miércoles, 13 de abril de 2011

De esas veces que te tienes que aguantar la risa

Por cuestiones no previstas, hoy me quedé a comer en la cafetería de la universidad. Un panini Santa Fe. El que trae pollo a la parrilla con chile chipotle, acompañado de un caldo de verduras y que lo venden en el primer local entrando por el lado donde están los de sorteos. Aclaro que no es un comercial ni me dan comisión por hacerle publicidad al panini.

De cualquier modo, no es del panini de lo que trata esta publicación, sino de una conversación entre una pareja, de amigos aparentemente, es decir, no parecían pareja sentimental, pero llegaron juntos y se sentaron en la misma mesa donde yo me encontraba comiendo. No acostumbro andar de chismoso pero si se ponen a platicar a un lado de ti, hay veces que no se puede evitar escuchar lo que dicen.

Ella le comenzó a platicar que hoy por la mañana, al llegar en su carro y estarse estacionando, de alguna manera, y aparentemente por descuido suyo, le hizo un buen rayón a su carro con la pluma de la entrada al estacionamiento. Los que cuidan la entrada del estacionamiento se rieron de la situación y ella estaba segura que cuando su amigo llegara al estacionamiento, los guardias le iban a platicar lo que había pasado, y continuar al mismo tiempo con sus burlas. Palabras más, palabras menos, pero lo que menos parecía era molesta o indignada, estaba emocionada platicando y presumiendo lo que había hecho. Él (el amigo) se encontraba extasiado por el relato. Quería saber si el carro tenía una mancha amarilla, adquirida por la pintura de la pluma, o si era gris como cuando se le cae la pintura a alguna parte del carro. En este momento considero importante aclarar dos cosas: primero, parece que llevan buena relación con los guardias, por lo que el asunto de las risas y burlas no resulta un inconveniente para ellos y, segundo, no eran unos chamacos de 19 años, sino estudiantes de posgrado.

Seguí comiendo. Y escuchando. Ahora si estaba poniendo un poco más de atención. Total, el chisme estaba bueno. Lo siguiente fue más o menos así:

El: ¿Cuándo pasó eso?
Ella: Hoy por la mañana (ya se lo había dicho como 2 o 3 veces)
El: ¿En la mañana de hoy?
Ella: Si, hoy.
El: ¿Pero hoy de ahora en la mañana de este día?
Ella: Hoy por la mañana, ¿lo puedes creer?

Después de tantas veces que lo había repetido hasta yo se lo había creído. Ya hasta me había imaginado el carro y hasta me imaginaba riéndome junto a los guardias, pero no del carro sino de ellos cuando les platicara de su plática.

Siguieron... Y aquí es donde suenan las fanfarrias.

El: No puedo creer que no me lo hayan platicado cuando llegué.
Ella: Yo me imaginé que era lo primero que iban a hacer.
El: ¿Pues a qué hora pasó? (¿Fue hoy? jajaja)
Ella: Cuando llegué, a las 9 y media.
El: Que raro, yo llegué a las 9 y cuarto y no me platicaron.
Ella: Si, a mi también se me hace raro que no te dijeran nada.

Me levanté de la mesa y me fui. Ya me había terminado el panini y ya había escuchado demasiado. Tal vez hoy fue uno de esos días en los que uno se despierta en modo intolerante...

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