Casi todos los que vivimos en Baja California habiendo llegado desde otros estados, hemos antes escuchado las historias que envuelven a la Rumorosa. Principalmente me refiero a las historias de accidentes debido a las curvas y el viento. Las primeras veces que recorremos los emocionantes 20 kilómetros que conforman esa carretera, nos suele llamar mucho la atención el paisaje: los barrancos y las enormes rocas que parecen haber sido colocadas con la mano unas sobre otras. Creo que la gran mayoría nos hemos detenido a tomar fotos desde los distintos descansos que se encuentran en el camino.
Por supuesto que eso solamente pasa las primeras tres o cuatro veces que la subimos o bajamos. Después se convierte simplemente en un montón de piedras y curvas interminables. Así ha sido para mi durante los últimos 6 años. Hasta este pasado domingo, donde la vista fue completamente diferente. Desde antes de empezar a subir se veía una gran cantidad de nubes bastante densas. El viento estaba más o menos tranquilo pero conforme subía en altitud, la temperatura estaba descendiendo proporcionalmente. El caso es que poco antes de llegar a la caseta de cuota, se empezaron a ver las cimas de los cerros cubiertas de nieve. Después de pasar la caseta, las rocas, donde no hay rocas y un poco más allá, tenían un toque blancuzco debido a la nieve que acababa de caer. Al fin algo distinto y digno de contar. Al fin la Rumo mostró una cara distinta, más agradable y entretenida. Al menos por un tiempo soportaré nuevamente las rocas pelonas, y esperaré que este escenario se vuelva a presentar.
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