martes, 25 de noviembre de 2008

Sucedió en Sams Club

El fin de semana anterior fuimos a Sams Club a buscar un pino de Navidad. Estacioné el carro, fuimos a ver los pinos, nos decidimos por uno, lo compramos y mientras esperábamos a que le pusieran la base y lo dejaran listo para podérnoslo llevar, fui a acercar el carro al sitio donde tienen los citados árboles.

Justo enfrente de donde entregan los pinos, está un espacio de estacionamiento para discapacitados. Es de esos espacios que son del doble de tamaño que un cajón de estacionamiento normal, de manera que se pueda maniobrar sin problemas una silla de ruedas.

Me dijeron que me estacionara dentro de ese espacio, cargado hacia una orilla, de manera que no tuvieran que cargar el árbol una distancia mayor, ni que tampoco quedara estorbando sobre el carril de circulación. Me seguí de frente, quedando estacionado frente a la puerta, con el objetivo de estacionar el carro de reversa en ese espacio, para que resultara más sencillo subir el árbol. En ese momento, vi que un carro venía de frente, muy despacio, y decidí esperarlo que pasara para proceder a estacionarme. Lo que hace esta persona es dar la vuelta y estacionarse justo en el centro del cajón para discapacitados, de manera que no dejaba espacio para que ningún otro vehículo pudiera estacionarse en cualquiera de los dos lados. Vi como las personas que estaban a cargo de los árboles le pidieron que moviera el carro un poco hacia la derecha, de tal forma que yo pudiera estacionarme. Y vi también como fueron ignorados y del lado del chofer baja una señora y del lado contrario otra, que aparentemente era su mamá, y era quien tenía algún problema que la hacía caminar con dificultad.

Me molestó un poco ya que no le costaba nada moverse un metro a la derecha, y porque enfrente de mi había como 3 espacios más para discapacitados que estaban desocupados y que realmente quedan más cerca de la puerta de entrada. Además, si realmente a esta señora le hubiera importado ayudar a su mamá, hubiera ido primero por uno de esos carritos con motor, para que no tuviera que caminar, o le hubiera traido una silla de ruedas.

Apagué el carro y bajé a ayudar con el árbol. Después de todo no quedó tan lejos y tampoco terminé estacionado en un lugar en el que realmente no debería hacerlo.
Hasta ahí todo iba bien. Pero después de algunos minutos sale de la tienda alguien que al parecer era de los jefes de seguridad a decirles a los de los árboles que el gerente decía que debían permitir que cualquier carro con el gafete de discapacitados se estacionara en ese lugar, ya que la señora había ido a quejarse con él, con lágrimas en los ojos y sumamente dolida por ella y su mamá, porque se le había ordenado que se quitara de ese lugar, de manera por demás grosera.

Lo escuché hasta que terminó y entonces le expliqué la situación real, que esa persona estaba mintiendo puesto que se le había pedido de favor que moviera un poco su coche para que facilitara el trabajo de estas otras personas, quienes ahora aparecían como villanos. Al parecer entendió y creyó nuestra versión de los hechos. Pero de haber sucedido esto un poco después, cuando mi esposa y yo no ya nos hubiésemos ido, no se en que pudo haber terminado. Ante una queja de ese tipo por parte de un cliente, el trabajador es el más desprotegido y la solución más sencilla es despedirlo. Lamentablemente es una situación que me ha tocado atestiguar en más de una ocasión.

Es una lástima y una vergüenza que la prepotencia de algunas personas pueda terminar afectando de tal manera a otras. Pero este es el reflejo de una fuerte falta de educación cívica en nuestra sociedad. De un mal entendimiento de lo que representa hacer buenas acciones, favores y de la llamada "caballerosidad" o falta de la misma. Hay personas que piensan que los demás viven para servirlas y creen que pueden hacer con ellas lo que se les da la gana.

Vamos reflexionando al respecto y hagamos una mejor sociedad para todos.