Dicen que una raya no hace a un tigre, pero al parecer dos son suficientes. Hasta hace una semana, se suponía que la aventura de la selección Mexicana en el Mundial de Sudáfrica iba a ser algo así como ir de safari, jugar 3 juegos y tomar el vuelo de regreso a México. Sin embargo, nos cruzamos en el camino de una selección sin mucha experiencia y sin mucho que ofrecer sobre la cancha, como es la de Gambia. País que, dicho sea de paso, no tengo registrado en mi memoria, entrenada y sometida a las pruebas de resistencia más extremas por mis maestros de primaria y secundaria, por lo que supongo que ni siquiera ellos conocían de su existencia. De haber tenido acceso a Internet en los 80, supongo que la situación hubiese sido distinta. Wikipedia tiene algo de información al respecto de este país.
Obviamente se pasó por encima de la selección de Gambia, en un partido que le permitió al Bofo Bautista ganarse un lugar entre los 23 mundialistas, aprovechando que lo metieron a jugar de titular con la intención de exhibirlo y que nadie pudiera decir nada cuando lo dejaran fuera.
Sucedió después lo impensable. 2-1 sobre Italia. En ese momento se dio la metamorfosis más increíble y espontánea que jamás se haya visto sobre la faz de este planeta. De ser un equipo que iba irremediablemente a quedar eliminado en la primera ronda, se empezó a hablar de las posibilidades de avanzar en caso de no haber nada raro en el arbitraje que favorezca a Sudáfrica, hasta llegar a pronosticar que Francia es quien se quedará fuera, sobre todo después que éstos últimos también pusieron su granito de arena al perder un amistoso con China.
En una semana, dos simples juegos amistosos cambiaron por completo el pronóstico para el Tri. Esperemos que se cumpla para que el Burger King siga "regalando" hamburguesas a cambio de comprarle refrescos de los grandes y que sigamos quitando nuestra atención de cosas como las campañas políticas, economía, delincuencia y aumentos o inventos de impuestos.